La verdadera libertad

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El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón. (Lucas 4:18)

Juzgándolas por sus rostros, pensamos que algunas personas son felices. La sonrisa, el maquillaje y la ropa costosa pueden crear una apariencia de paz interior, pero por dentro viven sin disfrutar de libertad.

En el pasaje de hoy, el Señor Jesús aclara su propósito: Él ha venido para libertar a los cautivos. Cristo se refería a varios tipos de ataduras que pueden encarcelar a nuestras almas.

Primero, el Señor rompe las cadenas del pecado. Todas las personas han violado la ley de Dios, y por eso viven separadas de Él (Ro 3.23). Pero la muerte y la resurrección de Cristo nos hacen libres cuando aceptamos su perdón gratuito y ponemos nuestra fe en Él. Lo que nos permite relacionarnos con el Señor.

Segundo, Él nos libera de pecados tales como los celos, la amargura y la gula. Su Espíritu mora en cada creyente, y nos da el poder para vencer las malas decisiones que parecen ser nuestras “dueñas”. Nos capacita para que hagamos lo que Él desea, dando sanidad inmediata o dirección y fortaleza en la batalla permanente que libramos diariamente.

El Creador de la humanidad nos hizo con un vacío en el corazón, para que Jesucristo lo llene. Todo lo que pongamos allí, bueno o malo, al final nos dejará vacíos. Y seguiremos esclavizados hasta que Dios nos libere y nos dé la única satisfacción verdadera.

¿Es usted una de esas personas aparentemente felices y satisfechas con su vida, pero que por dentro se sienten inseguras y vacías? Jesucristo es el único que puede redimirle, perdonar sus pecados, y llenar el lugar vacío en su alma. Permita que Él le libere hoy.

Palabra diaria: Señor, guíame siempre para andar por Tus caminos de forma que pueda vivir por la verdadera libertad que Tu has venido a legarnos.

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