Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu. Efesios 3:14-16
Pablo escribió su carta a los efesios mientras estaba encarcelado en Roma. No era la primera vez que sufría por el evangelio, y ellos lo sabían porque habían escuchado su historia e incluso habían visto algunas de las persecuciones.
Después de recordar a sus amigos quiénes eran en Cristo, Pablo retomó su oración del capítulo 1. Sabía bien que vivir como súbdito del único verdadero Rey no siempre es fácil. Pero no quería que su persecución los desanimara, así que oró por su fortaleza espiritual.
Pablo reforzó la verdad de quién es Dios y quiénes somos los creyentes en Él. Pero los efesios no son los únicos que pertenecen al Señor; nosotros también somos de Él. Y Dios, que ha derramado sobre todos los cristianos las riquezas de su gloria, promete proveer para todas nuestras necesidades (Fil 4.19). Como fue para los creyentes en Éfeso, nosotros necesitamos que nos recuerden esto a menudo, y esa es una labor clave del Espíritu Santo (Jn 14.26).
La fortaleza espiritual nos ayuda a perseverar, ya sea que estemos sufriendo o viendo a otros luchar. También es lo que nos permite que Cristo more en nuestros corazones, como veremos mañana.
Señor, abre los ojos de mi entendimiento para ver la grandeza de tu salvación y la esperanza que me has dado en Cristo. No permitas que la oscuridad de este mundo nuble mi fe ni que dependa de mis propias fuerzas. Ayúdame a vivir con la certeza de que tu poder ilimitado obra en mí y a través de mí. Que tu luz guíe cada paso de mi camino y que mi vida refleje la esperanza y la gloria de tu reino. En El Nombre de Jesús, Amén.