Entonces Jehová dijo a Abraham: ¿Por qué se ha reído Sara diciendo: Será cierto que he de dar a luz siendo ya vieja? ¿Hay para Dios alguna cosa difícil? Al tiempo señalado volveré a ti, y según el tiempo de la vida, Sara tendrá un hijo. Génesis 18:13-14
Sara se acercaba a los 90 años cuando escuchó a un misterioso visitante decirle a su esposo que daría a luz a su primer hijo al cabo de un año. Sara pensó que estaba sola y que no había sido vista cuando se rio con incredulidad, pero Dios reveló a Abraham cómo había reaccionado ella (Gn 18.13-15). Sara trató de negarlo, pero el episodio enfatiza que nada, ni siquiera una risa incrédula, está oculto para Dios.
De hecho, no era la primera vez que Sara escuchaba esta promesa. Dios le había dicho antes a su esposo, ahora casi centenario, que ella daría a luz un hijo y que el nombre del niño sería Isaac (Gn 17.15-22). Abraham había tenido un hijo, Ismael, con Agar, la criada egipcia de Sara. Pero ahora Dios estaba diciendo que el hijo que nacería de Sara en su vejez sería heredero de una promesa anterior: que Abraham sería el padre de una gran nación (Gn 12.2, 3).
La incredulidad de Sara no la descalificó para recibir la milagrosa bendición que Dios le había prometido y que el misterioso visitante había descrito con tanta claridad. Los planes de Dios eran mucho mayores que sus muy comprensibles dudas. Y después de toda una vida de infertilidad, su embarazo le enseñaría a Sara que nuestro Dios sobrenatural no está limitado por lo que nosotros calificamos como “imposible”.
Señor, ayúdame a confiar en Ti aun cuando mi corazón se llene de dudas. Tú eres el Dios de lo imposible, el que cumple Sus promesas en Su tiempo perfecto. Enséñame a esperar con fe, a creer en Tu poder y a no dejarme llevar por la incredulidad. Que mi vida sea un testimonio de Tu fidelidad, y que mi corazón se llene de gozo al ver cómo obras en formas que van más allá de mi entendimiento. Que mi risa no sea de duda, sino de gratitud por Tu amor y Tu gracia. Amén.