Lo que realmente perdura

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Por cierto, vanidad son los hijos de los hombres, mentira los hijos de varón; Pesándolos a todos igualmente en la balanza, Serán menos que nada. No confiéis en la violencia, Ni en la rapiña; no os envanezcáis; Si se aumentan las riquezas, no pongáis el corazón en ellas. Una vez habló Dios; Dos veces he oído esto: Que de Dios es el poder, Y tuya, oh Señor, es la misericordia; Porque tú pagas a cada uno conforme a su obra. (Salmos 62:9-12)

Cuando iba a entrar en la Universidad, siempre tuve como primer requisito escoger una carrera que me permitiera ganar suficiente dinero. Solía investigar cuanto pagaba cada una y sobre eso pensaba que iba a basar mi elección. En esa misma dirección apuntaban mis padres, profesores y hasta amigos; tomar una carrera que me garantizara un trabajo con el salario más alto del mercado.

En el versículo de hoy el salmista nos motiva a pensar de una manera algo diferente, invitándonos a reparar que lo material no lo es todo, cuando hablamos de seguir a Dios. Algunas veces, el Señor puede llamarnos a realizar tareas por la que no obtengamos paga alguna, pero nuestra voluntad y determinación deben mantenerse siempre altas, confiando que basados en la fe, el Señor se encargará de satisfacer todas nuestras necesidades.

Un amigo me contó que una vez habló con su padre sobre su deseo de servir en una organización encargada de cuidar a personas sin hogar. La respuesta que obtuvo fue: “¿No quieres ser abogado?” Así se mantuvo su padre repitiendo esa pregunta una y otra vez, pero no logró convencerlo. Aquel amigo sabía a qué llamado debía responder para glorificar al Señor.

No existe nada de malo en obtener opiniones de otros, no existe nada de malo en pensar en nuestro bienestar material; el problema reside en pensar que lo material es un requisito indispensable para sentirnos bien con nosotros y agradar al Señor. Recuerda que el llamado es hecho por Dios y en cualquier trabajo u obra en la que te encuentres el objetivo siempre debe ser el mismo: servir con gratitud y fidelidad al Señor, porque Él en ese momento te necesita allí.

Palabra diaria: Señor, permite que mi vida se guíe por tus caminos. Hazme sabio para abrir mis ojos y observar que la realidad que hoy tengo, es la que quieres para mí. De esa forma podré usar los  dones y talentos que me has regalado, para servirte plenamente.

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