Pero en cuanto a vosotros, oh amados, estamos persuadidos de cosas mejores, y que pertenecen a la salvación, aunque hablamos así. Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún. Hebreos 6:9-10
Dios concede gratuitamente la salvación a quienes creen que Jesús murió en la cruz por sus pecados. No podemos ganarla ni merecerla. Sin embargo, nuestro Padre sí observa nuestras obras, y promete recompensar el servicio hecho con un corazón sincero. El verdadero servicio ocurre cuando cooperamos con Dios y permitimos que Él obre a través de nosotros para Su gloria. El ministerio genuino sucede cuando los recursos divinos satisfacen necesidades humanas por medio de canales llenos de amor.
En Apocalipsis 22:12, el Señor nos recuerda: «He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo». Ningún servicio realizado en el nombre de Jesús pasa desapercibido, ya sea grande o pequeño.
Algunas recompensas las recibiremos en la eternidad, pero otras las experimentamos aquí mismo. Hay un gozo profundo cuando Dios bendice a otros por medio de nosotros, una satisfacción real al saber que agradamos a Cristo, y una plenitud especial al guiar a alguien a Jesús y enseñarle a caminar por fe.
Servir a los demás es tanto un privilegio como una responsabilidad para el creyente. Por eso, debemos examinar en oración nuestras motivaciones y asegurarnos de que nuestro objetivo sea glorificar a Cristo. Solo así experimentaremos la plenitud de las bendiciones de Dios, tanto ahora como en la eternidad.
Padre, gracias porque ves y valoras el servicio que nace del amor y la obediencia. Examina mi corazón y purifica mis motivaciones, para que todo lo que haga sea para la gloria de Cristo. Úsame como instrumento de tu gracia para bendecir a otros y enséñame a servir con gozo, fidelidad y perseverancia. En El Nombre de Jesús, Amén.