Gratitud

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Debemos siempre dar gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es digno, por cuanto vuestra fe va creciendo, y el amor de todos y cada uno de vosotros abunda para con los demás. 2 Tesalonicenses 1:3

El hombre detrás del mostrador miraba distraídamente hacia la calle. Una niña se acercó a la tienda y arrugó su pequeña nariz contra el cristal del escaparate.

Sus ojos, del color del cielo, brillaron al ver cierto objeto.
Entró en la tienda y pidió ver el collar de turquesa azul.

– Es para mi hermana. ¿Puedes hacer un buen paquete? dijo.

El dueño de la tienda miró con desconfianza a la niña y le preguntó:
– ¿Cuánto dinero tienes?

Sin dudarlo, sacó del bolsillo de su falda un pañuelo todo atado y comenzó a deshacer los nudos. Lo colocó en el mostrador y dijo alegremente:
– ¿Es suficiente?

Eran unas pocas monedas que exhibía con orgullo.
– Quiero darle este regalo a mi hermana mayor. Desde que murió nuestra madre se ocupa de nosotros y no tiene tiempo para sí misma. Es su cumpleaños y estoy segura de que estará contenta con el collar del color de sus ojos.

El hombre entró en la tienda, puso el collar en un estuche, lo envolvió con un elegante papel rojo y le hizo un elegante lazo con una cinta verde.

– Toma», le dijo a la chica. Tómalo con cuidado.

Se alejó felizmente, saltando por la calle. Aún no era el final del día cuando una hermosa joven de pelo rubio y maravillosos ojos azules entró en la tienda. Colocó sobre el mostrador el paquete ya conocido y deshecho y preguntó:

– ¿Este collar fue comprado aquí?
– Sí, señora.
– ¿Y cuánto costó?
– Ah, dijo el dueño de la tienda. El precio de cualquier producto en mi tienda es siempre un asunto confidencial entre el vendedor y el cliente.
La chica continuó:
– ¡Pero mi hermana sólo tenía unas pocas monedas! El collar es real, ¿no?
No podía permitírselo.
El hombre cogió el maletín, lo volvió a envolver con cariño, le puso el lazo y se lo devolvió a la joven.
– Pagó el precio más alto que se puede pagar. DIO TODO LO QUE TENÍA.
El silencio llenó la pequeña tienda y dos lágrimas rodaron por el emocionado rostro de la joven
rostro emocionado de la joven mientras sus manos tomaban el pequeño paquete.

«La verdadera entrega es darse por completo, sin restricciones.
La gratitud de quien ama no pone límites a los gestos de ternura.
Agradece siempre, pero no esperes el reconocimiento de nadie.
La gratitud con amor no sólo enaltece al que recibe, sino que reconforta al que ofrece».