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Bramaron las naciones, titubearon los reinos; Dio él su voz, se derritió la tierra. (Salmos 46:6)
Comentario:
Siguiendo con el tema de alabanza abordado en el Salmo 46, el salmista continúa exaltando a Dios, su persona, su misericordia y su voluntad de estar presente en la vida de sus siervos.
En el versículo de hoy tenemos una analogía (comparación) entre los poderes que el hombre conoce. El escritor sagrado habla de gran conmoción y movimiento cuando un reino o una nación se levanta.
Es probable que la referencia del salmista sea al movimiento hacia la guerra, pues en tales movilizaciones hay gran conmoción y demostración de fuerza y poder. Cuando un pueblo se propone hacer la guerra, grandes son las consecuencias, dentro y fuera de sus límites.
Cuando la guerra es real y se materializa, hay resultados: «los reinos titubean» y casi siempre en el lado negativo. Pero las muestras de poder de los hombres, por muy poderosas que sean, son limitadas. Y en su Canción de Alabanza, el salmista afirma: «¡Dios derrite la tierra!
La expresión del poder de quien creó todas las cosas, que es capaz de transformar el elemento creado en el elemento original; sólo el creador es capaz de hacerlo y tiene el poder de cambiar la condición de todas las cosas.
Oración:
Señor, que nunca olvide que Tu poder, creador de los cielos y la tierra, capaz de volver la propia creación a su estado original, es el que me sostiene y me protege de cualquier mal. Amén.
