Biblia Devocional en 1 Año: Salmos 74

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(Lee al final el estudio un devocional de Salmos 74. Esperamos sea de bendición para ti)

Explicación y significado del Salmo 74

El Salmo 74 es un capítulo conmovedor y sincero que se atribuye a Asaf, un destacado adorador del antiguo Israel. Este salmo es un lamento y una súplica para que Dios intervenga en una época de gran angustia y destrucción. El salmista clama a Dios ante la desolación del santuario y la opresión de Su pueblo. En este resumen, exploraremos los temas y mensajes clave transmitidos en el Salmo 74, así como la estructura y los recursos literarios empleados por el autor.

El salmo comienza con un clamor de angustia y una súplica urgente para que Dios se acuerde de Su pueblo. El salmista relata la destrucción del santuario, símbolo de la presencia de Dios y centro del culto de Israel. El enemigo ha asolado el lugar santo, profanándolo y mostrando desprecio por el nombre de Dios. El salmista implora a Dios que no olvide Su alianza y se levante contra el enemigo (Salmo 74:1-3).

A continuación, el salmista describe vívidamente las acciones del enemigo y su blasfemia contra Dios. Han destruido la obra tallada y los símbolos del culto, prendiendo fuego al santuario. Han profanado la morada del Señor y ridiculizado Su nombre. La angustia y el dolor del salmista son evidentes mientras implora la intervención y la justicia de Dios (Salmo 74:4-8).

En medio de la devastación, el salmista reflexiona sobre los pasados actos de liberación de Dios. Recuerda cómo El Señor había dividido el mar y derrotado a enemigos poderosos como Leviatán, simbolizando la soberanía que sólo Él posee sobre la creación, y Su poder para rescatar a Su pueblo. El salmista apela a tal poder y fidelidad y e insta a Dios a actuar ahora, para poner fin a la opresión del enemigo y restaurar el santuario (Salmo 74:9-17).

El salmo concluye con una ferviente súplica a Dios para que se levante y defienda Su causa. El salmista apela a la compasión del Señor y le recuerda a los oprimidos de Su Pueblo. Pide a Dios que ponga fin a las burlas y blasfemias y que reivindique Su nombre. El grito final del salmista pidiendo la intervención de es apasionado y lleno de anhelo (Salmo 74:18-23).

El Salmo 74 sigue una estructura de lamento, petición y recuerdo. El salmista comienza con un lamento, expresando la angustia y la devastación causadas por las acciones del enemigo. Luego pide a Dios la liberación y la justicia, apelando a Su fidelidad y a los actos de intervención del pasado. Por último, el salmista recuerda los poderosos actos de Dios en el pasado y le implora que actúe de nuevo.

El mensaje central del Salmo 74 es un clamor por la intervención de Dios ante una adversidad abrumadora. El lamento y la súplica del salmista sirven de recordatorio de que, incluso en tiempos de gran angustia y destrucción, Dios sigue siendo la fuente última de esperanza y liberación. La confianza inquebrantable del salmista en la fidelidad y el poder de Dios nos anima a acudir a Él en nuestros propios momentos de angustia, sabiendo que está atento a nuestras necesidades y es capaz de traer a nuestra vida la restauración.

En resumen, el Salmo 74 es una sentida súplica de la intervención de Dios ante la destrucción y la opresión y nos sirve de forma invariable en el tiempo, como recordatorio de la fidelidad duradera de Nuestro Padre y de la esperanza que encontramos en Él, más aún en los momentos más oscuros y de mayor adversidad de nuestra vida.

Devocional:

Levántate, oh Dios, aboga tu causa; Acuérdate de cómo el insensato te injuria cada día. (Salmos 74:22)

En tono de lamentación, este Salmo retrata la angustia del pueblo de Dios ante la invasión de sus enemigos. El santuario había sido destruido y el pueblo llevado cautivo. El período que este Salmo retrata bien es cuando Babilonia conquistó Jerusalén, tal como había predicho el profeta Jeremías. Negando el mensaje profético, los judíos rechazaron la llamada de Dios y Su alianza: «Me volvieron las espaldas y no el rostro; aunque comencé a enseñarles de madrugada, no escucharon para recibir la advertencia» (Jer.32:33).

La súplica del salmista a Dios era en realidad un grito de misericordia. Lo que vemos es el clamor de un hombre que tenía fe en el mismo Dios que abrió el mar (v.12) y secó los ríos (v.15), guiando a Su pueblo por caminos seguros. Sin embargo, la desobediencia a las palabras del profeta de Dios hizo que el Señor los entregara a su destino: «Por tanto, así dice el Señor: He aquí que yo entrego esta ciudad en manos de los caldeos, en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y él la tomará» (Jer 32,28).

La palabra profética nunca ha sido tan trivializada como hoy. Miles de personas han abierto la boca para declarar profecías falsas y aleatorias, cuando la verdadera profecía es desatendida o ignorada. Cuanto más clamaba Jeremías para que el pueblo escuchara lo que Dios le había revelado, más obstinado se volvía el pueblo. Pero fue allí, en medio del cautiverio babilónico, mientras se decía: «Ya no hay profeta» (v. 9), cuando Dios resucitó a Daniel y le concedió el don profético y un libro que, junto con el Apocalipsis, nos abre los ojos al «hasta cuándo» (v. 9). De hecho, se reveló a los hijos de Israel y de Judá cuánto duraría aquel yugo: 70 años (Jer 25:11).

No sabemos cuánto durará el cautiverio del pecado en este mundo, pero podemos estar seguros de una cosa: las señales nos muestran que cada día es el momento que se nos da para estar preparados: «Hoy, si oís su voz, no endurezcáis vuestros corazones» (Heb.3:15). Si sólo seguimos las directrices proféticas, tendremos éxito: «Cree en el Señor, tu Dios, y estarás a salvo; cree en sus profetas y prosperarás» (2Cor.20:20).

El Señor nunca incumplió el pacto que había hecho con su pueblo (v.20), pero fue su pueblo quien no le escuchó. Persevera en el estudio de la Biblia. Examina las Escrituras con diligencia y humildad, excavando en la mina sagrada para encontrar los tesoros del carácter aprobado por el Cielo. Entonces no tendrás nada de qué quejarte, sino que verás al Señor defender Su propia causa (v.22) en favor de Su pueblo: «Ellos serán Mi pueblo, y Yo seré su Dios» (Jer.32:38). ¡Velemos y oremos!

¡Buenos días, perseverantes del Señor!

Oración:

Padre, ayúdame a conducirme por la verdad que me revelan las escrituras, a vivir por ella y en todo momento buscar glorificar Tu Nombre y servirte con fidelidad, cómo sólo Tu mereces. Ayúdame a lograrlo. Te lo pido Señor, En el nombre de Jesús, amén.