(Lee al final el estudio un devocional de Salmos 126. Esperamos sea de bendición para ti)
El Salmo 126: Del Llanto a la Alegría en el Trabajo del Señor
El Salmo 126 es un himno de júbilo y gratitud que celebra la restauración y la bendición de Dios. Este salmo, atribuido a los peregrinos que regresaban a Jerusalén después del cautiverio, refleja la alegría y la esperanza renovada que experimentan al ver la mano redentora de Dios en sus vidas. El salmista comienza recordando los tiempos pasados de aflicción y llanto, pero luego se regocija al ver cómo Dios ha revertido su cautiverio y ha restaurado su gozo.
El Salmo 126 destaca la fidelidad de Dios al traer restauración y renovación a Su pueblo. El salmista proclama que aquellos que siembran con lágrimas, cosecharán con regocijo. Es un recordatorio de que, incluso en los momentos más difíciles, Dios está obrando y trae consigo una cosecha de bendición y gozo.
Este Salmo nos invita a confiar en la fidelidad de Dios y a mantener la esperanza en medio de las pruebas. Nos recuerda que, aunque podamos pasar por temporadas de adversidades y dificultad, Dios está obrando en nuestras vidas para traer restauración y alegría. Es un llamado a perseverar en la fe, sabiendo que la mano redentora de Dios está obrando en todo momento.
El Regocijo en la Restauración
El Salmo 126 comienza con una expresión de regocijo: «Cuando Jehová hiciere volver la cautividad de Sion, seremos como los que sueñan.» (Salmo 126:1). El contexto de la cautividad sugiere que este Salmo se relaciona con el regreso de los exiliados a Jerusalén, posiblemente durante el período de la restauración después del exilio babilónico. La liberación y el regreso a la tierra prometida eran motivo de gozo y asombro para el pueblo de Dios.
Los Gentiles Reconocen el Poder de Dios
El Salmo 126 destaca el testimonio de las naciones vecinas que reconocen el poder de Dios en la restauración de Israel: «Entonces dirán entre las naciones: Grandes cosas ha hecho Jehová con éstos.» (Salmo 126:2). Este verso subraya la impresión que la intervención divina causa en los observadores y cómo el testimonio de la obra de Dios se extiende más allá de las fronteras de Israel.
El Cambio de la Aflicción a la Alegría
El Salmo 126 continúa con una imagen de transformación: «Los que sembraban con lágrimas, con regocijo segarán.» (Salmo 126:5). Esta metáfora agrícola refleja un cambio de la aflicción y la tristeza al gozo y la cosecha abundante. Representa la idea de que, a pesar de los tiempos difíciles, Dios puede cambiar la situación y traer bendición.
La Oración por la Abundancia
El Salmo 126 incluye una oración por la abundancia divina: «Los que con lágrimas sembraron con regocijo segarán. Ida y vuelta irá llorando, llevando la preciosa semilla; mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas.» (Salmo 126:5-6). Esta oración refleja la esperanza de que Dios proveerá abundantemente, y los creyentes volverán de sus esfuerzos con gozo y abundantes cosechas.
Relevancia Actual
El Salmo 126 tiene una relevancia continua en la vida de los creyentes. Nos recuerda que, incluso en momentos de dificultad y aflicción, podemos confiar en la obra transformadora de Dios y encontrar alegría en Su provisión. También destaca la importancia del testimonio y cómo la obra de Dios puede impactar a quienes nos rodean.
En resumen, el Salmo 126 es un canto que celebra la transformación del llanto a la alegría en el trabajo del Señor. Este Salmo subraya la obra redentora de Dios en la vida de Su pueblo y cómo Su provisión puede llevarlos de la aflicción a la abundancia. Es un recordatorio de que, incluso en momentos difíciles, podemos confiar en la obra transformadora de Dios y ser testigos de Su poder en nuestra vida y ante los ojos de los demás.
Devocional:
Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán. Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; Mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas. (Salmos 126:5-6)
En este salmo, el autor utilizó una ilustración agrícola para explicar una verdad espiritual sobre nuestra relación con Dios, que tiene una aplicación tanto inmediata como eterna. Para que se produzca una cosecha, primero hay que sembrar algo, la semilla. En este versículo, se sembraron lágrimas de arrepentimiento por el pecado y se cosechó un regreso lleno de alegría a la tierra de Israel. El salmista estaba diciendo algo así como: «Nuestra alegría futura no se producirá sin que participemos en el proceso». Sin sudor, sin sembrar la semilla, no hay cosecha.
El apóstol Pablo también utilizó esta ilustración en su carta a los gálatas:
«No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.» (Gal. 6:7)
Los primeros creyentes de Galacia se habían desanimado al ver lo lenta que era la labor de sembrar la semilla del Evangelio en la vida de otras personas. De hecho, parece que los gálatas ya habían dejado de utilizar su tiempo y su dinero para invertir en el reino de Dios y habían vuelto a invertir en sus propios deseos y objetivos egoístas. Habían perdido de vista la cosecha espiritual que acabaría llegando como resultado de su siembra.
Existe un interesante paralelismo agrícola que todavía hoy se da en el sur de África. Hay algunos años en los que las langostas pululan por la tierra y se comen todas las cosechas. Se ha informado de que hay tantos insectos voladores que sus cuerpos tapan el sol. Cuando esto sucede, el invierno siguiente es muy difícil ya que las reservas de alimentos se agotan. Sin embargo, en la siguiente cosecha, después del «año de la langosta», ocurre algo fascinante. Los cadáveres de las langostas del año anterior sirven de abono para las nuevas semillas, lo que da lugar a enormes cosechas. Todo creyente experimenta temporadas de angustia y aflicción, que parecen corroer y destruir cualquier fruto espiritual que pudiera haber. Pero la promesa de Dios es que si «sembramos para el Espíritu [cosecharemos] del Espíritu vida eterna». La temporada que sigue a un periodo difícil en nuestra vida es a menudo el tiempo más abundante para cosechar fruto espiritual para el Señor.
Oración:
«Señor, elegimos sembrar nuestra vida en Tu reino este día. Úsanos te lo pedimos en el nombre de Jesús».