Biblia Devocional en 1 Año: Génesis 33

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Génesis 33 relata el encuentro entre Jacob y Esaú. El estudio bíblico de Génesis 33 registra además la llegada de Jacob a la ciudad de Siquem desde Paddán-Harán. Este capítulo del libro del Génesis también establece los antecedentes de los acontecimientos que tuvieron lugar en Siquem y que se narran en el capítulo siguiente (Génesis 34).

El esquema de Génesis 33 puede dividirse en dos partes principales:

El encuentro de Esaú y Jacob (Génesis 33:1-16).
La llegada de Jacob a Siquem en Canaán (Génesis 33:17-20).

Introducción de Génesis 33

El Génesis 33 es la continuación cronológica de los acontecimientos registrados en el Génesis 31 y 32. Jacob había partido de la casa de su suegro en Paddán-harán hacia la tierra de sus padres. Pero es bueno recordar que Jacob no había dejado su tierra de manera tan favorable. Había engañado a su padre, Isaac, y se había adelantado a su hermano, Esaú. Por ello, Esaú se enfadó y decidió matarlo en cuanto su padre muriera.

Así que Jacob huyó a la tierra de los parientes de su madre en Paddan-haran, donde finalmente se casó. Allí formó una familia y fue muy bendecido por Dios; a pesar de los constantes intentos de su suegro por defraudarlo.

Pero ese período en Paddan-aram fue también un tiempo en el que Dios trabajó en el carácter de Jacob. Entonces llegó el momento de volver, y eso también significaba tener que enfrentarse a su hermano.

Antes, sin embargo, Jacob tuvo que pasar por un penoso viaje en el que se le aseguró de nuevo el cuidado del Señor. Primero tuvo que enfrentarse a la persecución de Labán, que quería resistirse a dejarle marchar. Entonces se volvió temeroso al saber que su hermano a la cabeza tenía un importante poder militar. Sin embargo, fue también durante este viaje que en el vado de Jaboc tuvo un encuentro con Dios que transformó su vida y cambió su nombre de Jacob a Israel.

El encuentro de Esaú y Jacob (Génesis 33:1-16)

Génesis 33 comienza mostrando a Jacob contemplando el acercamiento de su hermano acompañado de cuatrocientos hombres (Génesis 33:1). Tuvo cuidado al organizar su séquito, de modo que dejó a su esposa e hijo favoritos en último lugar para su mayor protección (Génesis 33:3).

Entonces él mismo se adelantó hacia Esaú y se postró siete veces hasta que se acercó a él (Génesis 33:3,4). Utilizó un saludo real común en el antiguo Oriente Próximo cuando un vasallo saludaba respetuosamente a su superior. Incluso, muy claramente, Jacob se dirige a Esaú como un siervo se dirige a su amo, incluso ofreciéndole valiosos regalos (Génesis 33:5-13). Por otro lado, Esaú saludó a Jacob con el típico saludo afectuoso de alguien que no había visto a su hermano durante más de veinte años (Génesis 33:4-9).

En su diálogo con Esaú, Jacob reconoció la forma en que Dios lo había bendecido graciosamente; a pesar de su pasado problemático (Génesis 33:5). Sus hijos y sus posesiones eran el fruto de la bondad y la misericordia del Señor hacia él.

Al principio, Esaú no quería aceptar los regalos de Jacob. Pero Jacob insistió en que debía aceptar, pues incluso comprendía que la cálida acogida de Esaú se debía también al cuidado que el Señor tenía de su vida. Además, de alguna manera los regalos de Jacob eran una especie de señal de que Jacob reconocía que había actuado mal anteriormente y que ahora quería recompensar a Esaú con parte de las bendiciones que Dios le había concedido.

Esaú aceptó los regalos y la reconciliación entre los dos hermanos quedó sellada. Entonces Esaú quiso que Jacob lo acompañara a Seir. Pero Jacob rechazó celosamente la invitación y viajó a Sucot (Génesis 33:12-16).

La llegada de Jacob a Siquem en Canaán (Génesis 33:17-20)

Jacob partió hacia Succoth y se construyó una casa. Succoth estaba al este del Jordán, a poco más de treinta millas de Siquem. Allí también construyó refugios para su ganado. Según el texto bíblico, por esta razón el lugar se llamaba Succoth, que significa literalmente «cabañas».

Génesis 33 termina mostrando que Jacob llegó sano y salvo a la tierra de Canaán; más precisamente a la ciudad de Siquem. Compró unas tierras a los hijos de Hamor, y allí acampó y levantó un altar a Dios (Génesis 33:18-20). Curiosamente fue en este mismo lugar donde anteriormente Abraham también había erigido un altar al Señor (Génesis 12).

Es notable que, al igual que los demás capítulos del libro del Génesis, esta parte final del Génesis 33 vuelve a mostrar a un patriarca de Israel viviendo como peregrino y comprando un pedazo de tierra en Canaán (cf. Génesis 23; 25). Esto no deja de enseñarnos que hay un tiempo adecuado para todas las cosas dentro de los decretos eternos de Dios. A su debido tiempo, Dios daría esa misma tierra a los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob, según las promesas de su pacto.

Devocional:

Alzando Jacob sus ojos, miró, y he aquí venía Esaú, y los cuatrocientos hombres con él; entonces repartió él los niños entre Lea y Raquel y las dos siervas. (Génesis 33:1)

¿Ha experimentado alguna vez ese maravilloso sabor de la resolución de un conflicto pasado? Pregúntale a Jacob lo especial que fue poder abrazar a su hermano después de veinte años de distanciamiento. No sólo un distanciamiento, sino veinte años en los que Dios actuó directamente en su corazón para moldearlo. El encuentro entre ambos es muy diferente a la última vez que estuvieron juntos, pues Jacob es ahora Israel, un hombre transformado. Fíjate en el énfasis que la Biblia da al hecho de que Jacob lloró (vv.4). ¿Cuántas veces ha ocurrido esto en los textos bíblicos anteriores?

El mundo da muchas vueltas, ¡y es el Dios Todopoderoso quien lo controla! A veces, el Señor necesitará traer el pasado, para que podamos poner en orden situaciones que, por orgullo, pecado o debilidad de carácter, no podemos resolver. Jacob tuvo éxito en esta conciliación porque oró de antemano, se reunió con Dios y fue bendecido por Él. Para superar el pasado, reza, busca a Dios y cuenta con su bendición.

Génesis 33 me enseña que puedo contar con Dios para vencer, superar y reparar los errores del pasado.

Oración:

Señor, ayúdame a resolver esas situaciones del pasado, que todavía hoy me causan dolor, resentimiento, angustia o temor. Que no olvide que puedo contar contigo para superarlas y que en Ti soy una nueva creación dispuesta para servirte y glorificarte en todo aquello que haga. En El Nombre de Jesús, Amén.