Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. Juan 13:14–15
Cuando escuchas la palabra “éxito”, ¿qué piensas? ¿En riqueza? ¿Poder? ¿Reconocimiento? Pero ¿cómo define Dios el verdadero éxito? La Escritura responde: “Él te ha declarado, oh hombre, lo que es bueno; y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios” (Miqueas 6:8).
Jesús mismo nos dio el ejemplo perfecto. En el pasaje de hoy, lo vemos desempeñar el papel del siervo más humilde al lavar los pies de Sus discípulos—los mismos hombres que pronto lo abandonarían. Al día siguiente, ese mismo Señor fue crucificado por aquellos a quienes había venido a salvar. En ese acto supremo de amor, ofreció salvación a todos, incluso a quienes lo rechazaron.
Y Jesús nos llama a seguir Su ejemplo de servicio. Con excepción de Judas, todos Sus discípulos obedecieron este llamado, incluso hasta la muerte. El servicio, para ellos, no fue una tarea menor, sino la manifestación de una vida completamente entregada al Señor.
Aunque quizás no seamos llamados a sufrir como ellos, Dios sí nos invita a servir con un corazón humilde. Pregúntale hoy: “Señor, ¿cómo quieres que te sirva?” Examina cómo empleas tu tiempo, tus recursos y tus conversaciones. El servicio verdadero nace de una relación íntima con Jesús; es el fruto natural de un corazón transformado por Su amor.
Reflexión:
El éxito, a los ojos de Dios, no se mide por lo que logramos, sino por cuánto amamos y servimos. ¿Estás dispuesto a seguir el ejemplo de Cristo en humildad y servicio?
Señor, enséñame a ver el éxito como Tú lo ves. Forma en mí un corazón de siervo y ayúdame a servir con humildad y amor, así como Tú lo hiciste. Que todo lo que haga refleje Tu gracia. En El Nombre de Jesús, Amén.