13 de Mayo: No desmayamos

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Palabra:

Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. (2 Corintios 4:16)

Un día un naturalista observó en su jardín una mariposa excepcionalmente grande y hermosa que revoloteaba como si estuviera en gran angustia; parecía estar atrapada de tal manera que no podía liberarse a sí misma. El naturalista, queriendo liberar a la preciosa mariposa, la tomó por las alas y la soltó. Voló sólo unos cuantos pies y cayó al suelo muerta.

El naturalista levantó a la pobre mariposa, la llevó a su laboratorio y la puso bajo la lupa para descubrir la causa de su muerte. Allí encontró la sangre vital fluyendo de las pequeñas arterias de sus alas. La naturaleza las había atado a su crisálida y le estaba permitiendo revolotear para que sus alas pudieran fortalecerse. Se trataba del proceso para el desarrollo muscular que la naturaleza le había dado a la mariposa para que pudiera tener un recorrido extraordinario entre las flores y jardines. Si sólo hubiera revoloteado lo suficiente, la mariposa hubiera estado lista para el vasto recorrido; pero la liberación terminó con el hermoso sueño.

Así sucede con los hijos de Dios: cómo anhela el Padre que ellos recorran vastos terrenos de experiencia y verdad. Él nos permite estar atados a cierto tipo de lucha. Nosotros nos desataríamos para quedar libres. Clamamos en nuestra angustia y a veces pensamos que Él es cruel porque no nos libera. Nos permite revolotear y seguir revoloteando. A veces parece que la lucha es su programa.

Sólo la oración nos mantendrá firmes mientras estamos en la lucha; para que nos mantengamos tiernos y aprendamos, oh, esas lecciones maravillosas.

Usted está atado a una cruz. Yo le ruego que no luche. Mientras con más amor lleva el alma la cruz, ¡más ligera se vuelve!

Oración:

Señor, gracias por enfrentarme a las pruebas que crees necesito, para ser moldeado a aquello que deseas de mi. Te agradezco porque a pesar de la dificultad de dichas pruebas, nunca me has dejado sólo confiando en mis propias fuerzas, sino que me has dado las tuyas cuando yo no he tenido las suficientes. Amén.