Versículo:
Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre. Juan 10:17-18
Comentario:
Muchos de nosotros exhibimos cruces en nuestro hogar o las llevamos alrededor del cuello. Pero, ¿alguna vez has tomado un momento para comprender realmente la profundidad del amor que representa?
La cruz fue uno de los métodos de ejecución más vergonzosos y dolorosos de la historia. La crucifixión comenzaba con los soldados azotando al condenado con látigos de cuero trenzado con fragmentos de hueso o metal, desgarrando su carne. Luego, le clavaban grandes clavos en las muñecas o manos, y otro más en los tobillos. Al ser levantado el madero, lo dejaban caer bruscamente en un hoyo, lo que provocaba un dolor indescriptible. Para poder respirar, el crucificado debía impulsarse sobre sus pies heridos.
Jesús, siendo completamente Dios, también fue completamente hombre. Sufrió toda la agonía física, emocional y espiritual de ese momento. Lo más doloroso fue cuando tomó sobre Sí el pecado del mundo y el Padre apartó Su rostro, dejándolo solo en Su sufrimiento (Mateo 27:46; 2 Corintios 5:21). Sin embargo, Jesús no se vio a Sí mismo como una víctima: ofreció Su sangre voluntariamente por nosotros, y lo hizo con gozo (Hebreos 12:2). No existe amor más grande que ese.
Hoy, recuerda todo lo que Jesús soportó en la cruz por ti y agradece Su amor sin límites.
Oración:
Señor Jesús, gracias por soportar la cruz por mí. No puedo comprender completamente el dolor que sufriste, pero reconozco que lo hiciste por amor. Enséñame a vivir cada día con gratitud por Tu sacrificio. Que Tu cruz me recuerde siempre Tu gracia, Tu perdón y Tu victoria sobre el pecado. Te entrego mi vida, porque Tú la diste primero por mí. En El Nombre de Jesús, Amén.