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Y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo de Dios.

Señor, gracias por proveerme con las fuerzas que necesito para cada prueba que enfrento y por darme las tuyas, cuando las mías ya se han agotado.

Señor, ayúdame a aprovechar mi tiempo para honrarte, haciendo que cada momento cuente en el propósito que tienes para mi vida.

Nuestro primer milagro del día ocurre cuando abrimos los ojos y nos encontramos con la vida.

Señor, concédeme el valor para que las circunstancias difíciles, las adversidades y las pruebas no me derrumben sino por el contrario, fortalezcan en mi la paciencia y la esperanza para aguardar con confianza la cosecha de bendiciones que sé que has sembrado en mi vida.