Hay que dejar a Dios ser Dios.
No todo depende de ti.
No estás llamada a cargar con lo que solo el cielo puede resolver.
A veces, la verdadera fe no se ve en lo que haces… sino en lo que decides soltar.
Soltar el miedo, la prisa, el “yo puedo sola”
y abrir espacio para que Dios actúe como solo Él sabe hacerlo:
con poder, propósito y perfección.
Él no necesita tu ayuda, necesita tu confianza.
Ríndelo, suéltalo, entrégalo.
Porque cuando dejas de pelear,
Dios empieza a obrar.
Estad quietos, y conoced que yo soy Dios.
Salmo 46:10