Cuando siembras con el alma,
Dios se encarga de la cosecha
Hay días en los que sembrar el bien duele.
Días en los que haces lo correcto… y no pasa nada.
Oras con el corazón roto, sirves en silencio, ayudas aunque tú también necesites ayuda.
Y te preguntas: ¿vale la pena?
Ese “su tiempo” no es el nuestro.
Dios no trabaja en la inmediatez de este mundo.
Él se mueve en la perfección de Su plan.
Y lo que hoy parece una siembra solitaria, mañana será un campo lleno de fruto.
No te detengas.
Aunque parezca que nada está floreciendo,
la semilla está obrando en lo profundo.