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Levítico 7 – Leyes finales de los sacrificios y porciones de los sacerdotes
Levítico 7 cierra la primera gran sección del libro, mostrando la completa estructura del sistema de sacrificios. Cada tipo de ofrenda tenía un propósito específico: expiación, restitución, comunión o acción de gracias, pero todas apuntaban al mismo fin: restaurar la relación del ser humano con Dios.
El sacrificio de paz, especialmente, muestra que la adoración no termina con el perdón, sino que culmina en comunión gozosa con Dios y con Su pueblo. La comida compartida representaba reconciliación y amistad espiritual.
La prohibición de comer grasa y sangre enseña reverencia por la vida y por lo que pertenece exclusivamente a Dios. Las porciones sacerdotales, por su parte, revelan que quienes sirven en el altar viven del altar, sostenidos por la fidelidad del pueblo y la provisión divina.
Todo este sistema de ofrendas encuentra su cumplimiento en Cristo, quien es la ofrenda perfecta, el sacerdote eterno y el mediador de un nuevo pacto. En Él, el perdón, la restitución y la comunión se unifican plenamente.
Este capítulo nos invita a ofrecer nuestras vidas como sacrificios vivos, santos y agradables a Dios (Romanos 12:1), viviendo en gratitud, pureza y comunión constante con Él.
- La ley de la ofrenda por la culpa (Levítico 7:1-10)
- La ofrenda por la culpa era cosa santísima (v.1).
- El animal debía ser degollado donde se hacía el holocausto, y su sangre rociada alrededor del altar (v.2).
- Se quemaban sobre el altar la grosura, los riñones y el hígado como ofrenda encendida (v.3-5).
- El sacerdote que ofrecía el sacrificio podía comer de la carne en lugar santo (v.6).
- Toda ofrenda cocida al horno o frita pertenecía al sacerdote que la ofrecía, pero las secas eran para todos los hijos de Aarón por igual (v.9-10).
2. La ley del sacrificio de paz (Levítico 7:11-21)
- Las ofrendas de paz podían presentarse por acción de gracias o por voto y voluntariedad (v.11-12).
- Con la ofrenda se presentaban tortas sin levadura, panes con aceite y tortas de flor de harina amasadas (v.12-13).
- Parte de la carne y los panes se ofrecían a Jehová, y el resto se comía el mismo día (v.15).
- Si era por voto o voluntaria, se podía comer también al día siguiente, pero lo que quedara hasta el tercer día debía quemarse (v.16-17).
- Quien comiera la carne del sacrificio estando impuro sería cortado del pueblo, porque la comunión con Dios requiere pureza (v.20-21).
3. Prohibición de comer grasa y sangre (Levítico 7:22-27)
- Jehová prohíbe expresamente comer grasa o sangre de animales (v.23-27).
- La grasa debía ofrecerse en el altar, y la sangre pertenecía solo a Dios, pues representaba la vida.
- Esta prohibición se establece como estatuto perpetuo para todas las generaciones.
4. Porciones asignadas a los sacerdotes (Levítico 7:28-36)
- Cuando alguien ofrecía un sacrificio de paz, debía presentar parte del animal como ofrenda alzada (v.28-30).
- El pecho y la espaldilla derecha eran porción de Aarón y sus hijos (v.31-34).
- Estas porciones eran una ordenanza perpetua, símbolo del sustento del sacerdocio y de la comunión entre Dios y Su pueblo.
5. Conclusión de las leyes sacrificiales (Levítico 7:37-38)
- Este capítulo concluye todas las leyes sobre el holocausto, la ofrenda, el sacrificio por el pecado, la culpa y la paz.
- Jehová las dio a Moisés en el monte Sinaí, como estatuto perpetuo para Israel.
Versículo clave de Levítico 7:
Esto es la ley del sacrificio de paz que se ofrecerá a Jehová. Levítico 7:11
En este capítulo se detallan las normas finales sobre las ofrendas y sacrificios, especialmente el sacrificio de paz, que representaba comunión, gratitud y gozo delante de Dios. Este tipo de ofrenda no solo era una expresión de adoración, sino también un momento de compañerismo santo entre el pueblo y su Creador, pues parte del sacrificio era compartido en una comida.
El énfasis de este capítulo está en la pureza y el respeto con los que debía realizarse cada acto. Dios estableció reglas claras para mostrar que su presencia es santa y que la comunión con Él no puede tomarse a la ligera. La paz con Dios siempre está unida a la obediencia y al respeto por su santidad.
En el sacrificio de paz vemos reflejado a Cristo, quien es nuestra paz perfecta. Gracias a su sacrificio, ahora podemos acercarnos confiadamente al Padre y disfrutar de comunión con Él. Esta paz no es solo ausencia de conflicto, sino la plenitud de estar reconciliados con Dios y vivir bajo su favor.
Oración:
Señor, gracias porque por medio de Cristo tengo paz contigo y comunión eterna. Enséñame a valorar tu santidad y a acercarme a ti con reverencia y gratitud. Que mi adoración sea sincera y mi vida refleje la paz que solo tú puedes dar. Ayúdame a mantener comunión contigo cada día, recordando que tu presencia es mi mayor tesoro. En el nombre de Jesús, Amén.