Biblia Devocional en 1 Año: Levítico 20

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Levítico 20 – Castigos por la idolatría y la inmoralidad

Levítico 20 reafirma que la santidad no es opcional, sino el fundamento de la relación entre Dios y Su pueblo.

El Señor no tolera la idolatría ni la inmoralidad, porque ambas corrompen lo más sagrado: la vida, la familia y la comunión con Él.

Cada ley y cada castigo reflejan la seriedad del pecado y el deseo de Dios de preservar un pueblo puro en medio de un mundo corrompido.
Las normas sobre idolatría y sexualidad no eran arbitrarias, sino una defensa contra las prácticas degradantes de las naciones vecinas, que pervertían la adoración y destruían la dignidad humana.

El énfasis de este capítulo no es solo el juicio, sino la separación para Dios:
“Os he apartado para que seáis míos.” (v.26).
Este es el corazón del pacto: pertenecer a Dios en cuerpo, mente y espíritu.

En Cristo, estas leyes alcanzan su plenitud: Él tomó sobre sí el castigo del pecado y nos llama a una santidad interior que nace del Espíritu Santo, no de la amenaza del castigo.
Ahora somos santos no por miedo, sino por amor, porque hemos sido comprados a precio de sangre (1 Corintios 6:20).

Este capítulo nos invita a vivir como pueblo apartado, reflejando la pureza y fidelidad de nuestro Dios en medio de una generación que ha olvidado lo santo.
La verdadera libertad no está en hacer lo que queremos, sino en vivir como aquellos que pertenecen por completo al Dios Santo.

  1. Castigo por ofrecer hijos a Moloc (Levítico 20:1-5)
  • Jehová ordena que todo aquel que ofrezca su hijo o hija al dios Moloc sea condenado a muerte por apedreamiento (v.2).
  • Quien tolere o encubra ese pecado también cargará con culpa (v.4-5).
  • Esta práctica pagana —sacrificar niños en fuego— era una abominación contra la santidad de Dios y el valor de la vida.

2. Castigo por consultar espíritus o adivinos (Levítico 20:6-7)

  • Dios advierte que quien busque a encantadores o médiums será apartado de Su pueblo (v.6).
  • Israel debía santificarse y consagrarse porque Jehová es su Dios santo (v.7).
  • La dependencia de fuerzas ocultas era una forma de traición espiritual contra el Señor.

3. Penas por desobedecer la santidad familiar y sexual (Levítico 20:9-21)

Dios detalla diversos pecados sexuales y familiares junto con sus consecuencias:

  • Maldecir a los padres: pena de muerte (v.9).
  • Adulterio con la esposa del prójimo: pena de muerte para ambos (v.10).
  • Relación con la esposa del padre o con la nuera: ambos morirían (v.11-12).
  • Relación entre varones (homosexualidad): abominación, pena de muerte (v.13).
  • Relación con mujer y su hija: debía ser destruido con fuego (v.14).
  • Relación con animales (bestialidad): castigo de muerte tanto para la persona como para el animal (v.15-16).
  • Relaciones incestuosas (hermana, tía, cuñada, etc.) acarreaban vergüenza, infertilidad o expulsión (v.17-21).

Estas leyes no solo castigaban la conducta inmoral, sino que protegían la pureza del matrimonio, la familia y la identidad del pueblo santo.

4. Advertencia contra las costumbres de las naciones (Levítico 20:22-26)

  • Dios advierte que si Israel practica las mismas abominaciones de las naciones paganas, la tierra los vomitará, como ocurrió con los cananeos (v.22-23).
  • Jehová les recuerda que los separó de los demás pueblos para ser Su posesión especial (v.24).
  • Por eso, debían distinguir entre lo limpio y lo inmundo, tanto en alimentos como en conducta moral (v.25).
  • Dios reafirma:
    “Habéis de serme santos, porque yo Jehová soy santo, y os he apartado de los pueblos para que seáis míos.” (v.26)

5. Castigos adicionales (Levítico 20:27)

  • Todo hombre o mujer que consulte espíritus o adivine debía ser apedreado, porque era una profanación del pacto santo.

Versículo clave de Levítico 20:

Y me seréis santos, porque yo Jehová soy santo, y os he apartado de los pueblos para que seáis míos. Levítico 20:26 

En este capítulo, Dios establece penas y advertencias severas contra la idolatría, la inmoralidad y las prácticas paganas. Aunque las leyes parecen duras, su propósito era proteger la pureza espiritual y moral del pueblo, recordándoles que habían sido apartados para pertenecer a Dios.

El versículo clave resume el corazón de este mensaje: Israel debía ser santo porque Dios es santo. La santidad no era una opción ni un título, sino una identidad. Ser “apartado” significa vivir bajo un propósito distinto, guiado por los valores del Reino de Dios, no por las costumbres del mundo.

Este mismo llamado se aplica hoy a la Iglesia. En Cristo, hemos sido redimidos y consagrados para Dios. Nuestra santidad no depende de reglas externas, sino de una relación interna con el Espíritu Santo, que nos capacita para vivir en pureza y fidelidad. Ser santos no es ser perfectos, sino pertenecer completamente a Dios y reflejar su carácter en todo lo que hacemos.

Oración:

Señor, gracias porque me has apartado para ti y me has hecho parte de tu pueblo santo. Ayúdame a vivir cada día con conciencia de que te pertenezco. Que mis pensamientos, palabras y acciones reflejen tu carácter y tu verdad. Líbrame de todo lo que pueda contaminar mi alma y enséñame a caminar en obediencia y amor. Quiero ser tuyo por completo y glorificarte con mi vida. En el nombre de Jesús, Amén.