Biblia Devocional en 1 Año: Levítico 17

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Levítico 17 – El sacrificio y la santidad de la sangre

Levítico 17 marca una enseñanza central en la fe bíblica: la vida pertenece a Dios y se representa en la sangre.

Por eso, toda adoración y todo sacrificio debían rendirse solo a Él. Ofrecer sacrificios fuera del tabernáculo o consumir sangre era una violación directa de Su santidad y autoridad.

La sangre, dada para expiación, apuntaba proféticamente al sacrificio de Cristo, cuya sangre no solo cubre el pecado, sino que lo quita por completo (Juan 1:29).
Mientras que en Levítico la sangre animal debía repetirse constantemente, la sangre del Hijo de Dios fue derramada una sola vez para siempre, obteniendo redención eterna (Hebreos 9:12).

El mandato de no comer sangre también enseña reverencia por el don de la vida, y nos recuerda que solo Dios tiene el derecho de darla o quitarla.

Cada gota derramada sobre el altar simbolizaba que una vida debía sustituir otra, preparando el corazón del pueblo para comprender la profundidad del sacrificio del Mesías. 

Este capítulo nos llama a adorar solo a Dios, a respetar la vida como sagrada y a valorar el poder redentor de la sangre de Cristo, que limpia nuestras almas, restaura nuestra comunión con Dios y nos da vida eterna.

  1. Los sacrificios deben hacerse solo en el tabernáculo (Levítico 17:1-9)
  • Jehová ordena que todo sacrificio de animales —bueyes, corderos o cabras— sea traído a la entrada del tabernáculo (v.1-4).
  • Quien ofreciera sacrificios fuera del campamento sería cortado del pueblo, porque debía ofrecerlos solo a Jehová y no a otros dioses (v.5-9).
  • Este mandato evitaba el sincretismo religioso con los cultos paganos y recordaba que solo hay un altar legítimo donde se derrama sangre en comunión con Dios.
  • Dios deseaba que Su pueblo no ofreciera sacrificios a los demonios o ídolos con los que antes se prostituía espiritualmente (v.7).

2. Prohibición de derramar o consumir sangre (Levítico 17:10-14)

  • Jehová prohíbe terminantemente comer sangre bajo pena de ser cortado del pueblo (v.10).
  • La razón es profundamente teológica:
    “Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas” (v.11).
  • La sangre representaba la vida, y por tanto pertenecía exclusivamente a Dios.
  • Ningún israelita ni extranjero debía consumirla; debía derramarla sobre la tierra y cubrirla con polvo (v.13).
  • Esta práctica enseñaba respeto por la vida y por el poder expiatorio que Dios le asignó a la sangre.

3. Prohibición de comer animales muertos o desgarrados (Levítico 17:15-16)

  • Cualquier persona que comiera un animal muerto por causas naturales o desgarrado por otro debía lavarse, bañarse y permanecer impura hasta la tarde (v.15).
  • Si no lo hacía, cargaba con su culpa (v.16).
  • Esto preservaba la pureza ceremonial y la salud del pueblo, además de inculcar un sentido de obediencia y respeto por la santidad de la vida.

Versículo clave de Levítico 17:

Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona. Levítico 17:11

En este capítulo, Dios establece la santidad de la sangre y prohíbe su consumo, porque la vida está en la sangre. Era un recordatorio constante de que la sangre tenía un propósito sagrado: la expiación, es decir, el medio por el cual el pecado era cubierto y el ser humano podía reconciliarse con Dios.

Este versículo revela una verdad fundamental: la vida pertenece a Dios, y solo Él puede conceder perdón a través de la sangre derramada. Los sacrificios del Antiguo Testamento señalaban hacia un sacrificio mayor y definitivo: la sangre de Cristo, el Cordero de Dios. Su sangre no solo cubre el pecado, sino que lo borra completamente, otorgándonos vida eterna.

La enseñanza para nosotros hoy es profunda: la vida espiritual se encuentra en la sangre de Jesús. Su sacrificio nos limpia, nos restaura y nos da una nueva identidad. Cada vez que recordamos la cruz, reconocemos que el precio de nuestra redención fue su sangre preciosa, la única capaz de traer perdón y paz verdadera.

Oración:

Señor, gracias porque me has redimido con la sangre preciosa de Cristo, el Cordero sin mancha. Ayúdame a recordar siempre el valor de ese sacrificio y a vivir en gratitud por la vida que me has dado. Que nunca olvide que mi alma tiene valor porque Tú la compraste con tu propia sangre. Limpia mi corazón cada día y enséñame a vivir en obediencia y santidad. En el nombre de Jesús, Amén.