Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación, si es que habéis gustado la benignidad del Señor. 1 Pedro 2:2-3
¿Has observado cómo se alimenta un bebé? Con hambre y entusiasmo, disfrutando cada sorbo. Pero llega un momento en que esa nutrición inicial ya no es suficiente, y comienza un proceso de crecimiento más profundo.
La Escritura compara a los nuevos creyentes con bebés espirituales que anhelan la leche pura de la Palabra. Así como no daríamos alimentos sólidos a un recién nacido, los creyentes nuevos necesitan verdades bíblicas claras y comprensibles. A medida que crecen, pueden recibir enseñanzas más profundas y maduras.
Dios no deja solos a Sus hijos en este proceso. El Espíritu Santo ilumina la Palabra, y el Señor ha provisto maestros y líderes para edificar la iglesia (1 Corintios 12:28). A través de ellos, somos animados a crecer en fe y a cumplir el propósito de alcanzar a otros.
La Palabra de Dios es un banquete para el corazón, la mente y el espíritu. Es una mesa donde nunca nos saciamos por completo, porque siempre hay más de Dios por conocer.
Padre, gracias porque ves y valoras el servicio que nace del amor y la obediencia. Examina mi corazón y purifica mis motivaciones, para que todo lo que haga sea para la gloria de Cristo. Úsame como instrumento de tu gracia para bendecir a otros y enséñame a servir con gozo, fidelidad y perseverancia. En El Nombre de Jesús, Amén.