Versículo:
Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible e inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: Creo; ayuda mi incredulidad. Marcos 9:23–24
Comentario:
En el pasaje de hoy, un hombre lleva a su hijo poseído por un espíritu inmundo ante el Señor. Después de verlo sufrir desde la infancia, el padre primero busca ayuda cuando Jesús no está presente, pero los discípulos no logran hacer nada por el muchacho.
Cuando finalmente se encuentra con Jesús, el padre revela una vacilación en su fe. «Si puedes hacer algo», le dice, «ten misericordia de nosotros y ayúdanos» (v. 22). Jesús, percibiendo su duda, responde: «¿Si puedes? Al que cree, todo le es posible» (v. 23). Entonces, sin ocultar nada, el padre reconoce la tensión entre lo que cree y lo que siente, y exclama: «Creo; ayuda mi incredulidad» (v. 24). ¿Tenía fe o no?
Al observar con más atención, comprendemos que este hombre clama al Señor con una honestidad total y sin vergüenza. Sabe que no tiene sentido aparentar una fe más grande de la que realmente posee. Con humildad, reconoce que aunque cree en el poder salvador de Jesús, hay temores —como su profundo amor por su hijo— que todavía interfieren con su confianza plena en Dios.
El Señor es soberano sobre todas las cosas (Salmo 103:19). Podemos ser completamente sinceros con Él respecto a nuestra fe. Su poder no depende de cuán seguros nos sintamos. Más allá de nuestras emociones o dudas momentáneas, Dios permanece siempre en control.
Oración:
Señor Jesús, vengo ante ti con un corazón sincero. Creo en tu poder y en tu amor, pero reconozco que a veces la duda y el temor debilitan mi fe. Ayúdame en mi incredulidad. Enséñame a confiar en ti aun cuando mis emociones vacilan. Descanso en tu soberanía y en tu fidelidad constante. Fortalece mi fe para seguirte con confianza y esperanza. En El Nombre de Jesús, Amén.