Sino que, siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor. Efesios 4:15-16
En la lectura de hoy, Pablo escribe: «crezcamos en todo en aquel que es la cabeza» (v. 15). Como creyentes, debemos esforzarnos continuamente por acercarnos más a Dios. Cuando Él es verdaderamente el Señor de nuestra vida, ciertas características se vuelven evidentes. Estos dos indicadores espirituales pueden ayudarte a evaluar tu crecimiento:
Sabemos que estamos creciendo espiritualmente cuando somos cada vez más conscientes de nuestro pecado y respondemos con un arrepentimiento rápido. No enfrentar el pecado es rebelarse contra Dios. Los creyentes en crecimiento se apartan del mal y abrazan la justicia. Cuando vivimos una vida de dependencia y arrepentimiento, el deseo de obedecer a Dios aumenta y la atracción del pecado disminuye.
El crecimiento espiritual también se manifiesta en dos cosas: gozo y lucha. La fe suele desarrollarse a través de las dificultades; de hecho, comprendemos mejor esta conexión cuando practicamos la confianza y la perseverancia. Nuestra relación con el Señor se profundiza cuando vemos las pruebas y tentaciones como oportunidades para madurar (Santiago 1:2-4).
El Dios soberano es el guardián de nuestra vida. Estamos madurando cuando reconocemos que todo lo que enfrentamos ha sido permitido por nuestro Padre y entendemos que Él está obrando cada situación para bien.
Padre celestial, guía mi crecimiento espiritual día tras día. Hazme sensible a tu corrección, dispuesto a arrepentirme y deseoso de obedecerte. Ayúdame a enfrentar pruebas con fe y perseverancia, confiando en que las usas para madurarme. Profundiza mi gozo en ti y fortalece mi dependencia de tu gracia. Que tu voluntad se cumpla plenamente en mi vida. En El Nombre de Jesús, Amén.