Guerrero de Dios: Cuándo la prueba supera las fuerzas

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Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos; el cual nos libró, y nos libra, y en quien esperamos que aún nos librará, de tan gran muerte. 2 Corintios 1:9-10

A veces pensamos que los problemas en los tiempos bíblicos eran muy distintos de los que enfrentamos hoy. Por eso quizá nos preguntemos qué puede enseñarnos un misionero del primer siglo sobre cómo salir victoriosos en medio de la adversidad. Aunque la cultura de Pablo era muy distinta a la nuestra, hay cosas que no cambian: la tentación, las dificultades y el pecado. Así que, cuando el apóstol hablaba de sentirse abrumado más allá de sus fuerzas, lo hacía desde la experiencia.

Pablo se vio llevado al límite, pero confiaba en un Dios que gobierna sobre todas las cosas. Creía firmemente que el Señor lo sostendría en las temporadas difíciles. ¿Cómo podía estar tan seguro? Aprendió a confiar en Dios en medio de la aflicción igual que nosotros: enfrentó situaciones extremas, sin salida aparente, y aun así vio la intervención victoriosa del Señor. Comprendemos el poder divino cuando llegamos al final de nuestras fuerzas y sentimos cómo Su energía sobrenatural nos sostiene. Esto no significa que los creyentes puedan evitar la tristeza o el dolor, sino que tienen la promesa de que Dios suplirá sus necesidades. Nuestra fe se fortalece precisamente cuando elegimos confiar en Él en tiempos de aflicción.

La fuerza de Dios está disponible para todos los creyentes que reconocen delante de Él su fragilidad. En esencia, entregamos nuestra vida y nuestras circunstancias al Señor y esperamos confiados a que cumpla Su promesa.

Señor, en mis momentos de debilidad reconozco que necesito tu fuerza más que nunca. Cuando las circunstancias me superen, enséñame a confiar en tu poder y no en mis propias capacidades. Sostén mi corazón en la aflicción y recuérdame que tú eres fiel para librarme una y otra vez. Aumenta mi fe mientras espero en ti, y que tu paz me acompañe en cada paso. En El Nombre de Jesús, Amén.