Guerrero de Dios: Seguir el plan del Señor

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Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo. Hechos 2:36

Después de ser llamado por Jesús, Pedro dejó inmediatamente su carrera como pescador para vivir una vida de discipulado y servicio. No era un hombre perfecto, pero podemos aprender mucho de su transformación.

Cuando Jesús preguntó a Sus discípulos quién creían que era Él, Pedro respondió: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mateo 16:16). De la misma manera, nuestras palabras y acciones deben proclamar a los demás que confiamos en Jesús como el Mesías y que le pertenecemos. La base de nuestra identidad—en público y en privado—debe ser que somos Sus seguidores.

Después del arresto de Jesús, la fe de Pedro se tambaleó. Tal como el Señor había predicho, el apóstol negó conocerlo tres veces (Mateo 26:69–75). Lleno de remordimiento, lloró amargamente por su fracaso. Sin embargo, tras la resurrección, Jesús lo perdonó y lo restauró, encargándole que apacentara Sus ovejas (Juan 21:15–17).

Más adelante, lleno del Espíritu Santo en Pentecostés, Pedro comenzó su ministerio predicando el evangelio a multitudes (Hechos 2:6–11; 2:41). Y por el poder de Dios, muchos fueron salvos.

Pedro es un ejemplo claro de cómo Dios puede usar a una persona común: con fortalezas y debilidades, pero dispuesta a aprender de sus errores y rendirse completamente a Su voluntad. ¿Has decidido tú también seguir el plan de Dios para tu vida?

Señor Jesús, gracias por mostrarme, a través de Pedro, que Tú usas a personas imperfectas para cumplir Tus propósitos. Perdóname cuando mi fe flaquea y ayúdame a levantarme con confianza en Tu gracia. Lléname con Tu Espíritu para servirte fielmente y hablar con valentía de Tu amor. Que mi vida sea testimonio de Tu poder transformador. En El Nombre de Jesús, Amén.