Biblia Devocional en 1 Año: Números 7

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Números 7 – Las ofrendas de los príncipes y la dedicación del altar

Números 7 celebra la unidad, generosidad y obediencia del pueblo de Dios.
Cada tribu ofreció lo mismo, mostrando que en la presencia del Señor no hay lugar para la competencia ni la vanagloria, sino para la cooperación y el amor fraternal.

Los carros y bueyes entregados a los levitas recuerdan que Dios provee exactamente lo necesario para el servicio que Él mismo nos encomienda.
A los coatitas, que cargaban lo más sagrado, no se les dio ayuda material, porque su servicio requería reverencia y contacto directo con lo santo.

El hecho de que Moisés oyera la voz de Dios desde el propiciatorio (v.89) cierra el capítulo con una verdad gloriosa:
la adoración sincera y la consagración traen comunión con Dios.
Cuando el altar fue dedicado y el pueblo se unió en obediencia, Dios habló.

Este capítulo nos enseña que toda ofrenda —grande o pequeña—, cuando se da con corazón limpio y generoso, agrada al Señor.
Y que la verdadera adoración no consiste solo en dar cosas, sino en ofrecer nuestras vidas enteras como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios (Romanos 12:1).

Contenido

1. La dedicación del tabernáculo (Números 7:1-3)

  • En el día en que Moisés terminó de levantar el tabernáculo, lo ungió, consagró y santificó, junto con todos sus utensilios, el altar y sus instrumentos (v.1).
  • Los príncipes de Israel, jefes de las tribus y capitanes de millares, trajeron ofrendas para el servicio del tabernáculo (v.2).
  • Ellos presentaron seis carros cubiertos y doce bueyes: un carro por cada dos príncipes y un buey por cada uno (v.3).

2. Distribución de los carros y bueyes a los levitas (Números 7:4-9)

  • Jehová instruyó a Moisés que los carros y bueyes fueran entregados a los levitas según su servicio (v.4-5):
    • Dos carros y cuatro bueyes para los gersonitas, que transportaban las cortinas y cubiertas (v.7).
    • Cuatro carros y ocho bueyes para los meraritas, que transportaban la estructura del tabernáculo (v.8).
    • Los coatitas no recibieron carros ni bueyes, porque debían llevar los objetos sagrados sobre sus hombros (v.9).
  • Este reparto mostraba la justicia y el orden de Dios, asignando a cada grupo lo necesario para cumplir su tarea.

3. Las ofrendas para la dedicación del altar (Números 7:10-11)

  • Los príncipes trajeron sus ofrendas para la dedicación del altar, y Jehová ordenó que lo hicieran uno por día durante doce días consecutivos (v.11).
  • Cada día, un príncipe de una tribu presentaba los mismos tipos de ofrenda, mostrando igualdad y unidad entre las tribus.

4. Las ofrendas individuales de los príncipes (Números 7:12-83)

Cada uno de los doce príncipes trajo una ofrenda idéntica:

  • Un plato de plata de 130 siclos y una bacía de plata de 70 siclos, llenos de flor de harina amasada con aceite como ofrenda vegetal.
  • Una cucharita de oro de 10 siclos llena de incienso.
  • Un becerro, un carnero y un cordero de un año como holocausto.
  • Un macho cabrío como sacrificio por el pecado.
  • Dos bueyes, cinco carneros, cinco machos cabríos y cinco corderos de un año como sacrificio de paz.

Los doce príncipes, en orden, fueron:

  1. Naasón (Judá)
  2. Natanael (Isacar)
  3. Eliab (Zabulón)
  4. Elisama (Efraín)
  5. Gamaliel (Manasés)
  6. Abidán (Benjamín)
  7. Ahiezer (Dan)
  8. Paguiel (Aser)
  9. Abiasaf (Gad)
  10. Ahira (Neftalí)
  11. Elizur (Rubén)
  12. Selumiel (Simeón)
  • La repetición exacta de las ofrendas enfatiza que todas las tribus eran iguales ante Dios, sin favoritismos ni jerarquías espirituales.

5. Suma total de las ofrendas (Números 7:84-88)

Al final de los doce días, Moisés registró el total de las ofrendas:

  • 12 platos y 12 bacias de plata, con un peso total de 2,400 siclos de plata.
  • 12 cucharas de oro con un peso total de 120 siclos de oro.
  • En animales:
    • 12 becerros, 12 carneros y 12 corderos como holocaustos.
    • 12 machos cabríos por el pecado.
    • 24 bueyes, 60 carneros, 60 machos cabríos y 60 corderos como sacrificios de paz.
  • Todo fue ofrecido para la dedicación del altar y la consagración del tabernáculo.

6. La presencia de Dios en el tabernáculo (Números 7:89)

  • Al concluir la dedicación, Moisés entró en el tabernáculo de reunión para hablar con Jehová.
  • Y oyó la voz de Dios hablándole desde encima del propiciatorio, entre los dos querubines sobre el arca del testimonio (v.89).
  • Este versículo es profundamente significativo: muestra que, una vez consagrado el altar, la comunión entre Dios y Su siervo fue restaurada plenamente

Versículo clave de Números 7:

Y cuando Moisés entraba en el tabernáculo de reunión para hablar con Jehová, oía la voz que le hablaba de encima del propiciatorio que estaba sobre el arca del testimonio, de entre los dos querubines; y hablaba con él. Números 7:89

Este extenso capítulo narra las ofrendas de los príncipes de Israel durante la dedicación del tabernáculo. Cada líder de las doce tribus trajo una ofrenda voluntaria en adoración y gratitud a Dios. Aunque las ofrendas eran iguales, cada una fue mencionada por nombre, mostrando que Dios valora cada acto de entrega personal, sin importar si es similar al de los demás.

El versículo final, sin embargo, es el punto culminante del capítulo: Dios hablaba con Moisés desde el propiciatorio, el lugar donde su presencia se manifestaba. Esto muestra que cuando el pueblo ofrece lo mejor de sí con un corazón sincero, la comunión con Dios se restaura y su voz se escucha con claridad.

Este pasaje nos enseña que nuestra adoración y nuestras ofrendas no se tratan de cantidad, sino de corazón. Cada vez que damos o servimos con amor, Dios lo recibe como algo valioso. Y cuando vivimos en obediencia y gratitud, Su presencia se hace audible en nuestra vida.

Oración:

Señor, gracias porque me enseñas que cada ofrenda sincera es preciosa ante ti. Quiero darte lo mejor de mi vida, no por obligación, sino por amor y gratitud. Habla a mi corazón como lo hiciste con Moisés y enséñame a reconocer tu voz. Que mi adoración sea constante, y que todo lo que hago refleje tu presencia en mí. En el nombre de Jesús, Amén.