Versículo:
Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. Mateo 5:14-16
Comentario:
Pregúntate: ¿Qué tipo de luz soy? ¿Mi luz brilla débilmente, apenas perceptible para quienes realmente se fijan? ¿O ilumino el ambiente cuando entro en un lugar? Como cristianos, estamos llamados a brillar con fuerza dondequiera que estemos, reflejando la gloria de Dios en todo momento.
Una de las cosas que más puede opacar nuestro resplandor es la miopía espiritual. A veces queremos conocer todos los detalles antes de obedecer al Señor, pero Él nos llama a confiar. Somos embajadores de Cristo, guiados por Su Espíritu, no por nuestros propios planes. Es como si Dios nos dijera: “No me des tu agenda. Confía en mí. Déjame obrar a mi manera, en mi tiempo, y verás lo que puedo hacer.”
Eres profundamente amado por el Señor. Y como parte de Su familia, Su Espíritu mora en ti (1 Corintios 6:19). Esa presencia divina es la luz que brilla desde tu interior. No imaginas las cosas maravillosas que Dios puede hacer a través de ti: en tu trabajo, tu escuela, tu familia o entre tus amigos. Basta con que estés dispuesto a reflejar Su amor poderoso.
Si te arrodillas y oras: “Señor, aquí estoy, disponible. Haz en mí y conmigo lo que Tú quieras. Muéstrame Tu voluntad y guíame”, Él te mostrará el siguiente paso. Dios está dispuesto y ansioso por manifestar Su poder en la vida de todo aquel que se entrega por completo a Él.
Oración:
Señor, quiero ser una luz que refleje Tu amor y Tu verdad. Quita de mí todo lo que opaca Tu brillo y enséñame a confiar en Ti sin reservas. Usa mi vida para tocar a otros, para que vean en mí Tu poder y Tu bondad. Haz que cada paso que dé ilumine el camino hacia Ti. En el Nombre de Jesús, Amén.