Por tanto, guárdate, y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; antes bien, las enseñarás a tus hijos, y a los hijos de tus hijos. El día que estuviste delante de Jehová tu Dios en Horeb, cuando Jehová me dijo: Reúneme el pueblo, para que yo les haga oír mis palabras, las cuales aprenderán, para temerme todos los días que vivieren sobre la tierra, y las enseñarán a sus hijos. Deuteronomio 4:9-10
Como cristianos, debemos ayudar a los niños a madurar espiritualmente, a convertirse en personas piadosas que conozcan y amen a Dios. Queremos que crean que el Padre tiene un plan para sus vidas y que un día rendirán cuentas ante Él (Romanos 14:12).
Es fundamental enseñarles desde pequeños estas verdades. Los principios bíblicos pueden moldear su manera de pensar, sus decisiones y su corazón. Debemos explicarles con claridad la voluntad de Dios y enseñarles que sus acciones tienen consecuencias, no solo ante papá y mamá, sino también ante el Señor.
También es esencial mostrarles cómo comunicarse con su Padre celestial. Permíteles verte orar, acudir a Dios en busca de ayuda y agradecerle. Con el tiempo, ellos aprenderán a hacerlo por sí mismos. Esa práctica se volverá crucial cuando enfrenten los desafíos de la vida adulta, pues habrán adquirido el hábito de buscar al Señor y depender de Él (Santiago 1:5).
Toda esta enseñanza debe apuntar a que los niños establezcan una relación personal con Jesucristo. Pero el proceso no termina ahí: continúa al modelar con nuestro ejemplo una vida recta y obediente. Cuando los hijos ven en sus padres un carácter íntegro, amor y fe, ellos también aprenden a amar a Dios y a confiar en Su dirección.
Recuerda: los niños no solo escuchan nuestras palabras; imitan lo que vivimos. Si reflejamos el amor, la paciencia y la justicia del Padre, ellos tendrán más facilidad para reconocerlo como el Dios bueno que los cuida y los guía.
Señor, gracias por confiarme la bendición de enseñar a los niños tus caminos. Ayúdame a guiarlos con amor, paciencia y verdad. Que mis palabras y acciones reflejen tu carácter para que ellos aprendan a conocerte y amarte. Haz que mi ejemplo los inspire a buscarte y a seguirte de corazón. En el Nombre de Jesús, Amén.