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Levítico 6 – Restitución, deberes sacerdotales y leyes del sacrificio
Levítico 6 enseña que el arrepentimiento verdadero va más allá de confesar la culpa: incluye restituir el daño causado, restaurar relaciones y renovar el compromiso con Dios.
La justicia divina no busca solo castigar, sino restaurar la armonía entre las personas y su Creador.
El fuego perpetuo del altar simboliza la adoración constante y el celo espiritual que debe arder sin apagarse en el corazón del creyente. Dios desea una devoción continua, no ocasional.
Las ofrendas sacerdotales muestran que quienes sirven a Dios deben hacerlo con pureza, disciplina y reverencia. La comunión con lo santo demanda santidad en la vida diaria.
Este capítulo también anticipa la obra perfecta de Cristo: Él no solo ofreció expiación, sino que pagó nuestra deuda y restauró lo que el pecado había destruido. En Él, encontramos perdón completo y una relación renovada con Dios.
En resumen, Levítico 6 nos llama a vivir con conciencia limpia, reparación del daño, adoración constante y consagración fiel delante del Señor.
1. Pecados que requieren restitución (Levítico 6:1-7)
- Jehová habla a Moisés acerca de quienes cometen engaño contra su prójimo en asuntos de depósito, robo, fraude o juramento falso (v.1-3).
- El culpable debía restituir lo robado o dañado, añadir una quinta parte adicional y ofrecer un carnero sin defecto como sacrificio por la culpa (v.4-6).
- Después de la restitución y el sacrificio, el sacerdote hacía expiación, y el pecador era perdonado (v.7).
- Esto resalta que la verdadera reconciliación con Dios incluye arrepentimiento, reparación y perdón.
2. La ley del holocausto (Levítico 6:8-13)
- Jehová instruye a Moisés sobre el rito continuo del holocausto (v.8-9).
- El fuego sobre el altar debía arder continuamente, sin apagarse (v.12-13).
- El sacerdote debía vestir vestiduras santas para retirar las cenizas del sacrificio y mantener el altar limpio (v.10-11).
- El fuego perpetuo simbolizaba la adoración constante y la presencia viva de Dios en medio del pueblo.
3. La ley de la ofrenda de cereal (Levítico 6:14-18)
- Los hijos de Aarón ofrecían la ofrenda de cereal delante del altar (v.14).
- Una parte era quemada como memorial en olor grato a Jehová, y el resto era comido por los sacerdotes en el atrio, sin levadura (v.15-16).
- Era considerada cosa santísima, y solo los varones sacerdotes podían comerla (v.17-18).
- Esto enseñaba que quienes ministran en lo sagrado deben alimentarse de la obra del altar y participar en comunión con Dios.
4. La ofrenda diaria del sumo sacerdote (Levítico 6:19-23)
- En el día de su unción, el sumo sacerdote debía ofrecer una oblación perpetua: la décima parte de un efa de flor de harina (v.20).
- La mitad se ofrecía por la mañana y la otra mitad por la tarde, como ofrenda diaria al ser inaugurado (v.20).
- Toda debía ser quemada completamente y no comida, simbolizando consagración total (v.22-23).
5. La ley de la ofrenda por el pecado (Levítico 6:24-30)
- El sacrificio por el pecado debía ser degollado en el lugar del holocausto (v.25).
- El sacerdote comía de la carne del sacrificio en lugar santo, mostrando participación en la expiación (v.26).
- Todo lo que tocaba la carne del sacrificio se santificaba, y los utensilios usados debían ser lavados o rotos según el material (v.27-28).
- La sangre de la expiación no debía ser comida, porque representaba la vida (v.30).
Versículo clave de Levítico 6:
El fuego arderá continuamente en el altar; no se apagará. Levítico 6:13
En este capítulo, Dios instruye a Moisés sobre las responsabilidades de los sacerdotes y las leyes referentes a las ofrendas. Uno de los mandatos más significativos es que el fuego del altar debía mantenerse encendido continuamente. Este fuego representaba la presencia de Dios y la adoración constante del pueblo. No podía apagarse, porque simbolizaba la comunión ininterrumpida entre el Señor y su pueblo.
El fuego perpetuo también nos habla de nuestra vida espiritual. Así como los sacerdotes alimentaban el fuego cada día, nosotros debemos mantener viva la llama de nuestra fe. La devoción, la oración, y la obediencia son el combustible que mantiene encendido nuestro altar interior. Cuando descuidamos nuestra relación con Dios, el fuego comienza a apagarse lentamente.
En el Nuevo Testamento, el Espíritu Santo es ese fuego divino que mora en nosotros. Somos llamados a no apagarlo (1 Tesalonicenses 5:19), sino a avivarlo cada día, viviendo en santidad y en adoración constante.
Oración:
Señor, gracias porque has encendido en mí el fuego de tu Espíritu. No permitas que se apague por la distracción o el cansancio. Enséñame a mantener mi corazón encendido en oración, adoración y obediencia. Que mi vida arda continuamente para ti, reflejando tu amor y tu presencia. Reaviva hoy mi espíritu y hazme un instrumento de tu fuego en medio del mundo. En el nombre de Jesús, Amén.