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Levítico 4 – La ley del sacrificio por el pecado (ofrenda de expiación)
Levítico 4 revela que el pecado, aun cuando no es intencional, rompe la comunión con Dios y requiere expiación. Dios enseña que Su santidad no puede ser ignorada y que toda culpa necesita ser tratada con sangre derramada, símbolo de vida entregada.
La variedad de sacrificios —para el sacerdote, el pueblo, los líderes o cualquier individuo— demuestra que nadie está exento de pecar ni de necesitar perdón. La responsabilidad espiritual es mayor en quienes tienen liderazgo, pues su pecado afecta a toda la comunidad.
El hecho de que el sacrificio traiga “perdón” muestra la misericordia de Dios, quien proveyó un medio para restaurar la relación rota. Sin embargo, estos sacrificios eran solo sombras del sacrificio perfecto de Cristo, quien derramó Su sangre una vez y para siempre, obteniendo redención eterna (Hebreos 9:11-14).
Este capítulo nos recuerda que el pecado no es un error sin consecuencias, sino una ofensa que necesita arrepentimiento y sustitución. También nos enseña que la confesión y la expiación conducen al perdón y la restauración, y que la única base de nuestra paz con Dios es la cruz de Cristo.
1. Propósito del sacrificio por el pecado (Levítico 4:1-2)
- Jehová ordena a Moisés que hable a los hijos de Israel acerca del sacrificio por el pecado.
- Este sacrificio debía ofrecerse cuando alguien pecaba por yerro (es decir, por error o sin intención), violando alguno de los mandamientos de Jehová (v.1-2).
- Aunque no fuera deliberado, el pecado requería expiación porque toda transgresión interrumpe la comunión con Dios.
2. El sacrificio por el pecado del sumo sacerdote (Levítico 4:3-12)
- Si el sumo sacerdote pecaba, debía ofrecer un becerro sin defecto (v.3).
- Derramaba sangre delante de Jehová, rociándola siete veces ante el velo y sobre los cuernos del altar del incienso (v.6-7).
- El resto de la sangre se derramaba al pie del altar del holocausto.
- Se quemaban sobre el altar la grosura, los riñones y el hígado, pero el cuerpo del becerro se sacaba fuera del campamento y se quemaba por completo (v.8-12).
- Esto simbolizaba que el pecado debía ser quitado de la presencia del pueblo santo.
3. El sacrificio por el pecado de toda la congregación (Levítico 4:13-21)
- Si toda la congregación de Israel pecaba por error, ofrecían también un becerro sin defecto (v.13-14).
- Los ancianos imponían sus manos sobre la cabeza del animal, y el sacerdote hacía expiación por el pueblo.
- El rito era igual al del sumo sacerdote: la sangre se rociaba ante el velo y sobre el altar del incienso (v.17-18).
- El cuerpo del animal se quemaba fuera del campamento (v.21).
4. El sacrificio por el pecado del gobernante (Levítico 4:22-26)
- Si un príncipe o líder pecaba, debía ofrecer un macho cabrío sin defecto (v.22-23).
- El sacerdote ponía parte de la sangre sobre los cuernos del altar del holocausto y derramaba el resto al pie del altar (v.25).
- El sacerdote hacía expiación, y el líder era perdonado (v.26).
5. El sacrificio por el pecado del pueblo común (Levítico 4:27-35)
- Si una persona del pueblo pecaba, debía ofrecer una cabra o una cordera sin defecto (v.27-28, 32).
- El procedimiento era similar: imposición de manos, derramamiento de sangre y quema de la grosura sobre el altar (v.29-31).
- El sacerdote hacía expiación, y el pecador obtenía perdón (v.31, 35).
Versículo clave de Levítico 4:
Y hará de aquel becerro como hizo con el becerro de la expiación; lo mismo hará de él; así hará el sacerdote expiación por ellos, y obtendrán perdón. Levítico 4:20
En este capítulo, Dios establece las reglas para el sacrificio por el pecado, una ofrenda destinada a obtener perdón cuando alguien pecaba por error o inadvertencia. Este sacrificio muestra la seriedad del pecado y, al mismo tiempo, la misericordia de Dios, quien provee un medio para la reconciliación.
El versículo clave resume el propósito central: mediante la expiación realizada por el sacerdote, el pecador era perdonado. Esta práctica señalaba que el perdón no podía obtenerse por esfuerzo humano, sino por medio de un sacrificio sustituto que derramara su sangre en lugar del culpable.
Este sacrificio apunta directamente a Cristo, quien se ofreció a sí mismo como el Cordero perfecto que quita el pecado del mundo. Su sangre derramada en la cruz logró lo que los sacrificios antiguos solo simbolizaban: el perdón total y definitivo.
Levítico 4 nos recuerda que el pecado no es algo ligero, pero que Dios, en su amor, ha provisto el camino para que seamos limpiados y restaurados. Hoy podemos acercarnos con confianza, sabiendo que en Jesús tenemos perdón y gracia abundante.
Oración:
Señor, gracias porque en tu misericordia me has dado perdón por medio de Jesús, mi Sumo Sacerdote y sacrificio perfecto. Ayúdame a reconocer la gravedad del pecado y a vivir con un corazón sensible a tu voluntad. Gracias porque cada vez que caigo, puedo hallar gracia en ti. Enséñame a caminar en santidad y gratitud por la expiación que Cristo hizo por mí. En el nombre de Jesús, Amén.