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Levítico 3 – La ley del sacrificio de paz (ofrenda de comunión)
Levítico 3 introduce un tipo de sacrificio distinto al holocausto: el sacrificio de paz, también llamado ofrenda de comunión o de agradecimiento.
A diferencia del holocausto —que se quemaba totalmente—, en esta ofrenda una parte se ofrecía a Dios, otra se daba a los sacerdotes y otra era comida por el oferente y su familia en un banquete sagrado. Era una celebración de comunión, gratitud y reconciliación.
El hecho de que la ofrenda pudiera ser macho o hembra y provenir de ganado o cabras muestra que Dios no mira la cantidad, sino el corazón del adorador.
La grosura —considerada lo mejor del animal— se ofrecía solo a Dios, recordando que lo más valioso debe ser reservado para Él.
La prohibición de comer grasa y sangre subraya el respeto por la vida, pues la sangre simboliza el alma y pertenece exclusivamente a Dios.
En Cristo encontramos el cumplimiento perfecto de este sacrificio. Él nos reconcilió con el Padre, y por medio de Su sangre tenemos paz (Colosenses 1:20). La comunión que los israelitas celebraban en el altar, nosotros la experimentamos plenamente en la mesa del Señor, donde recordamos Su entrega y disfrutamos Su presencia.
Este capítulo nos enseña que la verdadera paz con Dios se basa en Su perdón, y que la adoración genuina nace de un corazón agradecido, consagrado y en comunión con Él.
1. El sacrificio de paz del ganado vacuno (Levítico 3:1-5)
- Si la ofrenda era un sacrificio de paz, podía ser macho o hembra, pero sin defecto (v.1).
- El oferente ponía su mano sobre la cabeza del animal y lo degollaba a la puerta del tabernáculo (v.2).
- Los sacerdotes rociaban la sangre alrededor del altar.
- Se ofrecía la grosura que cubre los intestinos y las que están sobre las entrañas, junto con los dos riñones y el hígado (v.3-4).
- Todo se quemaba sobre el altar como ofrenda encendida de olor grato a Jehová (v.5).
2. El sacrificio de paz del ganado menor (ovejas) (Levítico 3:6-11)
- Si era una oveja, también debía ser sin defecto, macho o hembra (v.6).
- Se ofrecía la grosura, el cordero entero con su grasa, los riñones y el hígado (v.9-10).
- El sacerdote lo quemaba todo sobre el altar como pan de ofrenda encendida a Jehová (v.11).
3. El sacrificio de paz de las cabras (Levítico 3:12-16)
- Si el sacrificio era de cabras, se aplicaba el mismo procedimiento: la sangre se rociaba alrededor del altar y se ofrecía la grosura (v.12-14).
- Todo se quemaba como ofrenda de olor grato a Jehová (v.15-16).
- Aquí se establece la regla general:
“Toda grosura será de Jehová” (v.16).
4. Prohibición de comer grosura y sangre (Levítico 3:17)
- Se prohíbe a los hijos de Israel comer grasa ni sangre, en todas sus generaciones, como estatuto perpetuo (v.17).
Versículo clave de Levítico 3:
Si su ofrenda fuere sacrificio de paz, si hubiere de ofrecerla de las reses, así macho como hembra la ofrecerá, pero sin defecto la ofrecerá delante de Jehová. Levítico 3:1
En este capítulo se describe el sacrificio de paz, también conocido como sacrificio de comunión o de acción de gracias. A diferencia de otras ofrendas, este sacrificio expresaba gozo, gratitud y reconciliación con Dios. Parte del animal se ofrecía en el altar, otra parte era para los sacerdotes, y otra para quien ofrecía, representando una comida compartida en comunión con el Señor.
El requisito era claro: debía ser un animal sin defecto, porque lo que se ofrecía a Dios debía ser lo mejor. Este sacrificio apuntaba al deseo de Dios de tener paz y comunión con su pueblo, y a la necesidad de acercarse a Él con pureza y reverencia.
Espiritualmente, este sacrificio se cumple en Cristo, quien es nuestra paz verdadera (Efesios 2:14). Gracias a su sacrificio perfecto, hoy tenemos comunión con Dios y disfrutamos de una relación restaurada. Cada vez que nos acercamos a Él en oración, adoración o gratitud, celebramos esa paz que solo su sangre pudo lograr.
Oración:
Señor, gracias porque por medio de Cristo tengo paz contigo y puedo disfrutar de tu comunión. Enséñame a vivir cada día con un corazón agradecido, ofreciendo lo mejor de mí en adoración. Que mi vida sea un sacrificio de gratitud y una expresión de amor por tu fidelidad. Gracias porque me has hecho partícipe de tu paz y de tu presencia. En el nombre de Jesús, Amén.