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1 Juan 3 – El Amor de Dios, la Santidad y la Seguridad en Cristo
1 Juan 3 nos llama a una vida de santidad y amor, características esenciales de los hijos de Dios.
- El amor de Dios nos ha hecho Sus hijos, y esta relación con Él debe reflejarse en nuestra pureza y en la práctica del amor sincero hacia los demás.
- El pecado no debe tener lugar en la vida de los creyentes, ya que hemos sido transformados por el poder de Dios y debemos vivir de acuerdo con Su voluntad.
El mandamiento del amor se presenta como la marca distintiva de los cristianos, un amor que se demuestra en acciones y que nunca debe ser de palabras vacías.
Este capítulo también nos recuerda que, en Cristo, tenemos confianza para acercarnos a Dios y tener la seguridad de la vida eterna. La presencia del Espíritu Santo en nosotros es la prueba de nuestra comunión con Dios y la fuente de nuestra fuerza para vivir en obediencia y amor.
1. La Maravillosa Gracia de Ser Hijos de Dios (1 Juan 3:1-3)
Juan inicia el capítulo con una expresión de asombro ante el gran amor de Dios que nos ha hecho hijos de Dios.
«Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios…» (v.1).
Este amor es tan inmenso que el mundo no nos conoce, porque no conoce a Cristo.
Los creyentes, como hijos de Dios, tienen la esperanza de ser como Cristo en su segunda venida, ya que seremos semejantes a Él cuando lo veamos tal como Él es (v.2).
Por esta esperanza, los creyentes se purifican como Cristo es puro.
2. La Relación entre el Pecado y los Hijos de Dios (1 Juan 3:4-10)
Juan explica que todo el que comete pecado, practica la transgresión de la ley, porque el pecado es infracción de la ley de Dios (v.4).
- Jesús vino a quitar nuestros pecados (v.5), y en Él no hay pecado.
- El que permanece en Cristo no practica el pecado, porque la semilla de Dios permanece en él (v.9).
- Los hijos de Dios se distinguen de los hijos del diablo, porque aquellos que hacen justicia son los que nacen de Dios, mientras que los que practican el pecado son del diablo (v.10).
3. El Mandamiento del Amor (1 Juan 3:11-18)
Juan recuerda a los creyentes el mandamiento que han oído desde el principio:
“Que nos amemos unos a otros.” (v.11)
Él compara el amor verdadero con el amor de Caín, quien mató a su hermano Abel por envidia.
- Los que odian a su hermano son asesinos de corazón, y no tienen vida eterna (v.15).
- El amor verdadero se manifiesta en acciones concretas, y no solo en palabras.
“Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.” (v.18)
El amor cristiano es un amor sacrificial, como el amor de Cristo, que dio su vida por nosotros. Así debemos estar dispuestos a dar nuestras vidas por nuestros hermanos.
4. La Confianza Ante Dios (1 Juan 3:19-22)
Juan anima a los creyentes a tener confianza delante de Dios, sabiendo que si nuestro corazón no nos condena, tenemos confianza ante Dios (v.21).
- Dios responde a las oraciones de los justos que guardan sus mandamientos y hacen lo que es agradable ante Él (v.22).
- Este mandamiento es que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo y que nos amemos unos a otros (v.23).
5. La Morada del Espíritu Santo (1 Juan 3:23-24)
El que guarda los mandamientos de Dios, permanece en Él y Él en nosotros.
Esto se demuestra por el Espíritu Santo que nos ha dado.
Versículo clave de 1 Juan 3:
Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a Él. 1 Juan 3:1
Este versículo es una hermosa proclamación de la grandeza del amor de Dios. El Padre ha derramado Su amor sobre nosotros, tanto que nos ha hecho hijos de Dios, un privilegio que no podemos entender completamente, pero que es un regalo inmenso. Este amor transforma nuestra identidad y nuestra relación con el mundo.
Juan también nos recuerda que el mundo no nos reconoce como hijos de Dios porque no reconoce a Cristo. La relación con Dios nos distingue del mundo, y aunque no seamos comprendidos o aceptados por todos, nuestra identidad está segura en Cristo.
Este pasaje nos invita a reflexionar sobre el amor incondicional de Dios, que nos ha hecho Su familia. Nos desafía a vivir con esa nueva identidad, como hijos amados, y a reconocer que nuestra verdadera ciudadanía y pertenencia están en el Reino de Dios.
Oración:
Señor, gracias por el inmenso amor que me has mostrado al llamarme tu hijo. Ayúdame a vivir conforme a esa identidad, sabiendo que mi valor y propósito vienen de Ti. Que mi vida refleje tu amor y que, aunque el mundo no me entienda, pueda siempre caminar en tu verdad. En el nombre de Jesús, Amén.